Nos adaptamos en tropel a un mundo que consideramos imposible de cambiar. Igualmente, la publicidad ejerce un efecto pernicioso y deletéreo sobre los contenidos, que han de ajustarse necesariamente a los criterios de rentabilidad económica. Si la función primordial de una noticia periodística, de una obra literaria o audiovisual no es contribuir al bienestar común, a la educación sentimental, social o política; si su principal función es vender "los tiempo de vida y atención de la audiencia" a anunciantes, queda en un segundo plano la cuestión sobre la calidad y profundidad.

Fragmento del libro "Ciudades de aire. La utopía nihilista de las redes" de Antonio Fernández Vicente